ANA ENRIQUETA TERÁN
Valmore Muñoz Arteaga
Dentro del proceso crítico de la literatura venezolana, la mujer, la escritora parece haber recibido la peor parte. Obras fundamentales como las de Teresa de la Parra o María Calcaño han quedado virtualmente desamparadas del estudio formal de nuestras letras sin precisar que en algunas de ellas están expresadas señales de profundos aportes al desarrollo de la cultura venezolana. Entre ellas podemos citar el nombre de la gran poeta Ana Enriqueta Terán, poeta trujillana nacida, bajo el signo de tauro, el 4 de mayo de 1918; año en que la literatura nacional abre sus venas a la vanguardia universal.
Ana Enriqueta Terán tiene una intensa obra poética de importancia. Entre sus poemarios podemos citar Al norte de la sangre, Presencia terrena, De bosque a bosque, Sonetos de todos mis tiempos, Música con pie de salmo, Libro de los oficios, Casa de hablas, Libro de Jajó, Casa de pasos, entre otros. Una obra, o mejor dicho, una conciencia poética que nace al mundo en 1949 cuando aparece su primera obra Al norte de la sangre. Oficio poético el Ana Enriqueta Terán que funda desde la palabra las rutas silentes del imaginario de su pueblo. Trujillo queda descubierto a través de los sueños de un mundo poético mágico. Queda desnuda la cotidianidad, así como desnudo quedan hombres y paisajes:
Este es vuestro árbol. Así era. Así es.
Pájaros tejen en su aliento coronas de éxtasis.
Brisas aseguran siseos para el acecho del halcón.
Aires enhebran pálidos huevecillos de miedo.
Ella se oculta en propia cueva donde permanece niña.
Allí rememora encajes, participaciones y requerimientos maternos.
Luego vuelve a su estatura de anciana
cuya sombra se funde en perspectivas de soledad y de nieblas.
Así era. Así es. Libro de Jajó
La palabra en Ana Enrique es la puerta hacia otro mundo, el mundo de los sueños, ese mundo secreto donde nos revelamos en nuestra esencia humana. Territorio en donde somos humanos, demasiado humanos. El sueño, según Wilhelm Stekel, es el puente que lleva del mundo real al mundo ultrasensible. En la antigüedad el sueño era observado como una vía expedita hacia la divinidad, y ella, es la proyección del ideal hacia el infinito. En tal sentido, la poeta recurre a la colección de sus sueños para decantar su yo interior y su circunstancia, más allá de las contingencias humanas:
Ciega intención de mármol desafía
todo aquel sollozar y aquella ausencia.
¡Si el día retornara a su inocencia,
qué fatiga de bien la de ese día!
Recobrada pasión que no se fía
de la engañosa fuerza de su esencia;
muro de rebeldía su presencia
me guía paso a paso y me extasía.
Ay! si la rosa siempre rosa fuera
y no mancha profunda y sometida
desde la parda tierra al manso cielo,
ay! ¡si la rosa siempre rosa fuera
y no brisa de sangre suspendida
desde la savia hasta su rojo vuelo!
Sonetos del amor perenne y del amor fugitivo. Al norte de la sangre.
En el sueño el poeta se descubre y al descubrirse, descubre ese otro mundo de las desapariciones y los naufragios. Ana Enriqueta Terán busca entonces ese rito que anula la realidad para esparcirse en una tierra mágica al norte de la sangre; allí es donde se confiesa esa fuerza poética para expresarse vocacionalmente.
Fernando Paz Castillo escribió sobre Ana Enriqueta Terán: “Y pude al punto confirmar, por la lectura de este libro (Al norte de la sangre) el tipo de poesía que entonces, con preferencia, se practicaba en Caracas, entre los jóvenes. Y en la cual, fácil era ver la influencia preponderante de dos poetas de lengua española: el peninsular Miguel Hernández y el argentino Francisco Luis Bernárdez”. A estos dos poetas, Paz Castillo, agrega a Hölderlin, Novalis, Rilke, Jorge Manrique, fray Luis de León, Santa Teresa de Jesús; menciona además a los venezolanos Jacinto Fombona Pachano y Carlos Augusto León. Cada uno de estos poetas creará, junto a sus experiencias, un alcor tras el cual poder celebrar su intimismo, su hermetismo poético. Allí forjará el maquillaje, las máscaras para afrontar el silencio. Una colección de joyas para ocultar los sonidos secretos de su corazón.
El intimismo de Ana Enriqueta Terán no es necesariamente un aislamiento ni una evasión. En el intimismo de Terán va a construir una nueva ordenanza para lo cotidiano desde lo cotidiano:
Mujeres que tejen, tejedoras del buen día
que lamen hebra azul, que zurcen sedas, escasez de tiempo
sedas de naciones cubriendo caras en fuga, espacios en fuga.
Pero comida sí, mucha buena comida. Hemos comido.
Yo y los perros, Nosotros y los perros. Siempre los perros.
Girasoles en señal de duelo. Pura destreza. Puro estrago.
Quién despluma el ave, quién la atraviesa
con espinas de naranjo y cuece luego para todos.
Hemos comido. Libro de los oficios
De qué nos libra el retorno: ya estamos cerca, palpamos la rosa
que debe guardarse y extenderse luego para alegría del aire.
Hombre y mujer acercando el mediodía a las casas
atravesando cortinajes muy llenos de brisa y buenas nuevas,
portando regalos donde arden flores de fortaleza y silencio.
Hombre y mujer. Libro de los oficios
Ana Enriqueta Terán juega con la imagen de tal forma que los objetos de su poética pasan a otra naturaleza. Los mitifica, los hace arquetipos, enigma de lo cotidiano. José Napoleón Oropeza escribe refiriéndose a Libro de los oficios: “Ceñida la luz en torno a los signos de un oficio doble, enhebra una palabra en el ojo de una aguja; la página blanca se abre a estrecha cicatriz. Nuestra poeta construye este libro como un diálogo con los signos del oficio del día”. Construye un nuevo discurso para nombrarse y nombrar las cosas diaria, hacerlas fuertes, partes de un universo personal en donde alcancen un rango de eternidad que pierden en el acontecer de su propia naturaleza de objetos. A partir de entonces la intimidad se hace confesión de un mundo incógnito, un mundo que permanecía pendiendo de sus huesos y de su alma; y en la propia piel del mundo material funda un abismo secreto que sólo se reconoce desde la palabra que socava esa naturaleza real para hacerse naturaleza cósmica. La doble realidad de la poesía de Ana Enriqueta Terán es la doble realidad en donde se debate su espíritu y su humanidad.