Juana de Ibarbourou
(Melo, Uruguay, 1895 – Montevideo, 1979)
BIOGRAFÍA
De soltera su nombre era Juana Fernández Morales, pero es mas conocida como Juana de Ibarbourou, apellido adoptado de su marido, el capitán Lucas Ibarbourou, con quien se casó cuando tenía veinte años. Es escritora uruguaya (Melo 1895-Montevideo 1979). En 1947 fue elegida miembro de la Academia uruguaya, y en 1959 le fue concedido el premio nacional de literatura otorgado ese año por primera vez. Destaca por su inmensa popularidad, que le llegó muy pronto y le granjeó el titulo de “Juana de América”. Estéticamente su obra depende del modernismo, y su temática tiende a la exaltación sentimental de la entrega amorosa, de la maternidad, de la belleza física, de la naturaleza, que expresa con cierto lastre retórico.
Poetisa uruguaya, considerada una de las voces más personales de la lírica hispanoamericana de principios del siglo XX. Llamada originalmente Juana Fernández Morales, a los veinte años se casó con el capitán Lucas Ibarbourou, del cual adoptó el apellido con el que firmaría su obra.
Tres años después se trasladó a Montevideo, donde vivió desde entonces. Sus primeros poemas aparecieron en periódicos, principalmente en La Razón, de la capital uruguaya. Comenzó su larga travesía lírica con los poemarios Lenguas de diamante (1919), El cántaro fresco (1920) y Raíz salvaje (1922), todos ellos muy marcados por el modernismo, que expresó con abundancia de imágenes sensoriales y cromáticas, alusiones bíblicas y míticas, aunque siempre con un acento singular.
Su temática tiende a la exaltación sentimental de la entrega amorosa, de la maternidad, de la belleza física y de la naturaleza. Imprimió a sus poemas un erotismo que constituye una de las vertientes capitales de su producción. En 1929 fue proclamada “Juana de América” en el Palacio Legislativo del Uruguay, ceremonia que presidió el poeta “oficial” uruguayo, J. Zorrilla de San Martín, y que contó con la participación del ensayista mexicano Alfonso Reyes.
Poco a poco su poesía se fue despojando del ropaje modernista para ganar en efusión y sinceridad. En La rosa de los vientos (1930) se adentró en el vanguardismo, rozando incluso las imágenes surrealistas. Con Estampas de la Biblia, Loores de Nuestra Señora e Invocación a san Isidro, todos de 1934, iniciará en cambio un camino hacia la poesía mística.
BIBLIOGRAFÍA
Escribió Lenguas de diamante (1918), con el que alcanzó un éxito instantáneo. Otras de sus obras son: Cántaro fresco(1920); Raíz salvaje (1922); La rosa de los vientos (1930); Los loores de Nuestra Señora y Estampas de la Biblia (1934); Chico Carlo (1944), cuentos autobiográficos de la infancia; Perdida (1950); Azor (1953); Mensaje del escriba (1953); Dualismo, antología; Destino, relatos; Oro y tormenta (1956); Juan Soldado (1971), colección de dieciocho relatos. Ha escrito también varias obras para niños: Ejemplario (1927), libro de lectura; Los sueños de Natacha (1945), teatro infantil sobre temas clásicos. En 1968 publicó un volumen antológico de su producción lírica: Los mejores poemas. Sus obras han sido traducidas a varios idiomas
PRESENTIMIENTOS
Siempre suspiro por ti, ¡oh bosque!, y por ti, ¡oh campo!, y por ti, ¡oh agua! Estoy convencida de que en una vida ancestral, hace ya miles de años, yo tuve raíces y gajos, di flores, sentí pendientes de mis ramas, que eran como brazos jugosos y verdes, frutas tersas, pesadas de zumo dulce; yo estoy convencida de que hace un gran puñado de siglos, fui un arbusto humilde y alegre, enraizado a la orilla montuosa de un río. Por eso siempre suspiro por ti, ¡oh bosque!, por ti, ¡oh campo!, y por ti, ¡oh agua!.
[De El cántaro fresco]
EL ALMA DEL HUERTO
Nuestro huerto es nuevo y pequeñito. Los arboles recién empiezan a dar frutos. El ultimo invierno un naranjito ostentó ocho esferas de oro vivo entre sus ramas tiernas. Esta primavera en el manzano cuajaron hasta dos docenas de flores. Y con amor hemos vigilado el desarrollo de las frutas, primero pequeñitas como avellanas, luego esponjadas y tersas como senos de muchachas. Pintaban ya cuando los gorriones descubrieron tal tesoro. Y hemos tenido que arrancarlas a medio madurar, para evitar que esos golosos con alas malogren nuestra dulce cosecha. Y ahí están, ocultas en mi viejo aparador de cedro. Cuando abro el antiguo armario, un olor delicioso y suave llena el comedor. Es como si el alma del huerto estuviera escondida en el vetusto mueble y se esparciera de pronto por la habitación. Si el viento, extrañado de no encontrar ahora aromas frutales en mi quinta, preguntara un día:
-¿Dónde está el alma del huerto?
Mi viejo armario podría decir abriendo un poquito su puerta maciza por la que escaparía el olor a las manzanas:
-¡Aquí!
[De El cántaro fresco]
SELVA
Selva; he aquí una palabra húmeda, verde, fresca, rumorosa, profunda. Cuando uno la dice, tiene en seguida la sensación del bosque todo afelpado de musgos, runruneante de píos y de roces, lleno de los quitasoles apretados y movibles de las copas de los arboles, bajo las cuales las siestas ardientes son tan dulces y donde es tan grato, tan grato, tenderse a soñar. ¡Selva! ¡Oh, Dios mío, qué palabra tan alegre y tan fresca! ¡Qué palabra para mí tan llena de reminiscencias! Huele a eucaliptos, a álamos, a sauces, a grama; suena a viento, a agua que corre, a pájaros que cantan y pían, a roce de insectos y croar de sapitos verdes; evoca redondeles de sol sobre la tierra, frutas silvestres de una dulzura áspera, caravanas de hormigas rojas cargadas de hojitas tiernas, penumbra verdosa y fresca, soledad. ¡Oh Dios mío, evoca mis quince años y toda mi alegría sana inconsciente y salvaje!
[De El cántaro fresco]
EL TRIGO
Por frente a la ventana, donde me he sentado a coser, acaba de pasar, lento y pesado, un carro lleno de trigo. En la calle ha quedado un reguero de pajuelas y espigas amarillas y brillantes. Y todo mi corazón se va tras ellas y mis ojos no se cansan de contemplarlas y mis dedos tamborilean en los vidrios de la ventana, con ansias de traspasarlos y alargarse hasta palpar ese rastro dorado. Cuándo era niña, ¡cuanto me gustaba jugar en las parvas de trigo! Mi cabello rebelde y negro tomaba reflejos dorados bajo las pajitas brillantes que se prendían a él. Era en la época en que el aire es tibio y el viento tiene olor a margaritas. Yo era una chicuela salvaje y alegre y mis ojos no tenían entonces esta expresión ávida y triste que tienen ahora.
[De El cántaro fresco]
VESTIDOS NUEVOS
Creo a veces que las plantas son como las mujeres: les gusta cambiar de traje. Por eso en Otoño arrojan al suelo todas sus hojas amarillas y en Primavera se cubren de brotes brillantes. ¡Es que, de veras, es tan lindo ponerse un vestido nuevo! Y las acacias se adornan de moños blancos, los aromas de lunares de oro, los plátanos de borlitas verdes y los miosotis, como “Piel de Asno”, le piden a l hada de las flores un vestido hecho de cielo. ¡Hasta los cardos, tan ásperos, sienten despertar su coqueteria y se prenden entre las duras greñas un penacho azul! ¡Me río yo de los botánicos que quieren explicar gravemente los fenómenos de la florescencia y de la vegetación! ¡Si al brotar y al florecer las plantas no obedecen a otro impulso más que al deseo de ponerse un bonito vestido nuevo! Por eso, también, crecen con preferencia en torno de las acequias, de los estanques, de los arroyuelos: para tener un espejo en que mirarse.
[De El cántaro fresco]
PUÑADOS DE POLVO
Por la persiana entornada entra al comedor en penumbra, un rayo de sol matinal. Y por la misma rendija sale a la calle, oblicua hacia arriba, una banda ancha y dorada de moléculas. Parece una legión de bailarines, pues, mirando atentamente, veo que cada uno de los puntitos rubios gira de una manera vertiginosa sobre sí mismo. Si yo supiera física, ¡cuantas observaciones podría hacer ahora! Pero no sé nada más que imaginar y soñar. Y miro con envidia a esa banda de átomos que se va a correr el mundo, llevándose quizás el secreto de todas mis intimidades. ¡Oh granitos de polvo que vais a ver lo que yo no he de mirar jamás: bosques, mares, ciudades, templos, auroras boreales, maravillas! De soplo en soplo, de ráfaga en ráfaga, recorréis la tierra, sorprenderéis el secreto de mil mujeres, y cuando el viento os vuelva a traer otra vez a este lugar, quizás haya transcurrido un gran montón de siglos. Yo no seré ya más que un puñadito de polvo amarillo. Y entonces me iré a danzar y a correr por el mundo con vosotros.
[De El cántaro fresco]
LA ORACION DE LOS GRILLOS
Quizás ni sabios ni poetas sepan explicar nunca esa especie de tristeza o de unción que el atardecer anuda en nuestra alma. Tal vez, únicamente, el hombre que implantó el rito de la oración de la tarde lo supiera. Y quizás lo sepan también los grillos, que de día trabajan o duermen y en las nochecitas de Enero elevan su canto, que puede ser muy bien un Padrenuestro o una Salve. Desde que he pensado esto, cuando oigo sus notas agudas entre la hierba de los caminos, al atardecer, ya no le digo a mi alma:
– Los grillos cantan.
Sino:
– Los grillos rezan.
[De El cántaro fresco]
LAS LENGUAS DE DIAMANTE
Bajo la luna llena, que es una oblea de cobre,
Vagamos taciturnos en un éxtasis vago,
Como sombras delgadas que se deslizan sobre
Las arenas de bronce de la orilla del lago.
Silencio en nuestros labios una rosa ha florido.
¡Oh, si a mi amante vencen tentaciones de hablar!,
la corola, deshecha, como un pájaro herido,
caerá, rompiendo el suave misterio sublunar.
¡Oh dioses, que no hable! ¡Con la venda más fuerte
que tengáis en las manos, su acento sofocad!
¡Y si es preciso, el manto de piedra de la muerte
para formar la venda de su boca, rasgad!
Yo no quiero que hable. Yo no quiero que hable.
Sobre el silencio éste, ¡qué ofensa la palabra!
¡Oh lengua de ceniza! ¡Oh lengua miserable,
no intentes que ahora el sello de mis labios te abra!
Bajo la luna-cobre, taciturnos amantes,
Con los ojos gimamos, con los ojos hablemos.
Serán nuestras pupilas dos lenguas de diamantes
Movidas por la magia de diálogos supremos.
[De Las lenguas de diamante]
LO QUE SOY PARA Ti
Cierva,
Que come en tus manos la olorosa hierba.
Can,
Que sigue tus pasos doquiera que van.
Estrella,
Para ti poblada de sol y centella.
Fuente,
Que a tus pies ondula como una serpiente.
Flor,
Que para ti solo da mieles y olor.
Todo eso yo soy para ti,
Mi alma en todas sus formas te dí.
Cierva y can, astro y flor,
Agua viva que glisa a tus pies,
Mi alma es
Para ti,
Amor.
[De Lenguas de diamante]
LA ENREDADERA
Por el molino del huerto
Asciende una enredadera.
El esqueleto de hierro
Va a tener un chal de seda
Ahora verde, azul más tarde
Cuando llegue el mes de Enero
Y se abran las campanillas
Como puñados de cielo.
Alma mía: ¡quién pudiera
Vestirte de enredadera!
[De Raíz salvaje]
DESCANSO
Delicia, delicia de la casa en sombra,
De la casa fresca bajo la canícula,
De la mecedora y el libro en la verde
Penumbra del patio techado de parras
Donde runrunean avispas glotonas
Y toda la siesta canta una chicharra.
Y luego, ¡delicia del sueño que afloja
La loca y eterna tensión de mis nervios!
[De Raíz salvaje]
¿SUEÑO?
Beso que ha mordido mi carne y mi boca
Con su mordedura que hasta el alma toca!
¡Beso que me sorbe lentamente vida,
como una incurable y ardorosa herida!
¡Fuego que me quema sin mostrar la llama
y que a todas horas por más fuego clama!
¿Fue una boca bruja o un labio hechizado
el que con su beso mi alma ha llagado?
¿Fue en sueño o vigilia que hasta mí llegó
el que entre sus labios mi alma estrujó?
Calzaré sandalias de bronce e iré.
Adonde esté el mago que cura me dé.
¡Secadme esta llaga, vendadme esta herida
que por ella en fuga se me va la vida!
[De Lenguas de diamante]
ANGUSTIA
Hoy estoy triste, amor.Hoy tengo el alma
Gris y desmelenada.
¡Tierra propicia para toda pena!
¡Para todo placer tierra negada!
La rosa de mi cuerpo
Hoy es lirio beato.
Con triples vendas la ciñó la angustia
Y yo con triples velos la recato.
Hoy estoy triste, amor. Hoy no pretendo
Sentir mi risa.
¡Me endurece los labios
un agror de ceniza!
[De Perdida]
LAS OLAS
Si todas las gaviotas de esta orilla
Quisieran unir sus alas,
Y formar el avión o la barca
Que pudiesen llevarme hasta otras playas…
Bajo la noche enigmática y espesa
Viajaríamos rasando las aguas.
Con un grito de triunfo y de arribo
Mis gaviotas saludarían el alba.
De pie sobre la tierra desconocida
Yo tendería al nuevo sol las manos
Como si fueran dos alas recién nacidas.
¡Dos alas con las que habría de ascender
Hasta una nueva vida!
[De La rosa de los vientos]