La canción del destino
Lo que cuenta el poeta a las piedras está lleno de eternidad.
Y ésta es la canción del Destino, que tampoco olvidan las estrellas.
León Felipe
El poeta vivirá en la memoria de las piedras
jamás en la del hombre,
porque aquello que el hombre recuerda
tarde o temprano olvida
y lo que olvida no retorna a la tierra
muere en el viento.
El poeta buscará las piedras,
en ellas harán hueco las gotas de sus versos,
en ellas hará estampa la grafía de su aliento.
La persistencia del poema es el anhelo,
ni el nombre, ni la pinta, ni la fama,
solo el canto que se entrega al universo.
Así, lo que el poeta quiera decir
se lo dirá a las piedras,
estas hablarán con los árboles,
en el fruto el árbol guardará las palabras,
los pájaros picarán del fruto
y se encargarán de esparcir la semilla,
la semilla caída en la tierra será
principio estelar a través de los milenios.
La memoria de las piedras jamás es vencida por el tiempo,
y ésta es la canción del Destino.
El destino del poeta.
(de Rituales)
Rituales
Recoger botellas de vino en la mañana
y esperar en su vacío las respuestas.
Apuntar más de un verso
en las pupilas de mi gato,
el ritmo en sus pasos de pantera.
Retornar al río hijastro del deshielo,
a la tarde detrás de las lomas coloradas.
Hundir los dedos en la nieve,
perder el tacto de los días.
Voltear hacia el desierto
desempolvar al dinosaurio
dejar que sobreviva de mis huesos.
Caminar la yerba seca de los filos,
lo perdido en las orillas.
Que la ciudad te devore
Inicia el ceremonial de los pies descalzos:
restriégate los ojos,
sacude la cabeza,
busca el espejo,
luego el café.
No hace falta decir que es otro día,
las calles,
la parada del metro,
el quiosco de las mentas y el diario,
las notas de un violín desde la esquina
reclaman tu tránsito.
No te rindas,
busca los zapatos,
el maletín,
la sombrilla,
el libro que mitigue la embestida.
Concluye el rito,
la ciudad te espera
y tiene hambre.
Ser de aire
Torbellinos entran
y salen de esta casa-cuerpo
a cualquier hora.
Vórtices
me arrastran a otros mares.
Corrientes
colman mis alforjas de otra arena.
De vendavales se hace mi trayecto.
De tornados mi memoria.
Todos los huracanes del mundo llevo adentro.
Canción de ayer
Busco el sol de la feliz locura
que colgaba de los dientes,
la infancia tardía
cantando por las calles
El disco chino y La gallina co-co-uá.
“Co co ua ua,
co co ua ua,
co co co co ua…”
Libres éramos libres
de tejidos y jirones,
de mesuras y misiones,
de dolencias y de muertes.
Busco esos días de sube y baja,
de “sale y vale”,
claros purísimos lentos.
Y mientras más los busco
más se pierden.
Antigua colección de cromos
que se suelta con las anclas
y no vuelve.
Posesión
Nada es nuestro,
siquiera la sombra
que se hace de uno mismo
con sus infinitos verbos mudos.
No son nuestros ni el poema
ni la tinta que lo escribe,
tampoco la tierra
en que se nace
en la que se morirá.
Sin ofrendar la huella
nos vamos diluyendo
hasta convertirnos
en vapor de día frío
libado por el espacio.