NOVIEMBRE
Abuela nada sabía de historia antigua,
sin embargo, mamá me regaló
una pulserita de monedas italianas que era de ella.
Rómulo y Remo amamantados
por la bellísima loba.
Hace dos años murió la abuela,
hoy de vacaciones en la vieja casa
cada una de las cosas me trae su presencia.
Ahí está el ropero, el cofre del tesoro:
Regalos díademadre sin abrir,
cobertores dorados en la orilla y palomas
con las alas extendidas hacia el cielo.
Abuela era extraña y cruel.
Una caja de música y la fotografía del abuelo muerto,
de bruces la bailarina de lata, cintas,
papelitos dorados y nada escrito dentro,
fotos desconocodas, amarillas, sonrientes
en una de ellas abuela con mamá pequeña y nerviosa
de la cual yo heredé esta sangre.
No recuerdo ni cuentos ni dulces a los nietos
sólo la rezadera antes de la cena.
Era hermosa, aún cuando fue quedándose ciega,
con las manos construía las palabras.
Abuela murió en noviembre
cuando huele a cirio el cementerio
y hay corozo en las tumbas recién pintadas
y abundan oraciones en el aire.
POETAS
………..A todos mis amigos poetas de aquí y de allá.
Yo he vivido entre poetas
y son locos, mal educados casi siempre
y sin dinero, hirientes cuando quieren
aburridos algunas veces y… mentirosos.
Vigilantes de caminos
y alertas a la migración de pájaros temporales,
se mantienen en un círculo de estrellas,
de mundos y ventanas
y cualquiera se convierte en aerolito;
y pasa fugaz y eterno,
y todos van rotando, rotando, rotando…
Yo he vivido entre poetas tanto
que los identifico a la cuadra al kilómetro
porque donde pasó un poeta
hay una mujer, un niño
algún pájaro nocturno o mañanero,
cigarrillos, botellas vacías,
calles tristes, paredes solas,
caminitos de hormigas o hechos por pies descalzos y antiguos
y algún dictador derrotado.
Días
En el espacio de tu cuarto al mío
tengo una historia que contarte:
te hablaré de mi tierra,
del sol incendiando las hojas del naranjo,
del aire caliente y los buses perdiéndose
en la última hora de la tarde
Managua-Chontales.
Hablaré del primer cumpleaños
y la vela encendida en el rostro de los niños,
la libertad de pescar junto a mi hermano
y llenarme de lodo la orilla del vestido;
tiraba lejos el cordel… Y entonces la espera,
la dulce espera del destino.
Eran nuestros los pájaros, el viento,
la yerba del potrero.
Te he contado de eso y después
las primeras mentiras a la madre.
Luego descubrí mis piernas fuertes,
mis pies pequeños, mi cuerpo ágil
–pensaba en cosas mías–.
Y la vergüenza de ciertas miradas,
mis primeros reproches a la vida.
Ya no eran tan largas las distancias ni el verano.
En abril llegaba el circo,
el mundo de las cartas, la suerte en el sombrero,
y el trapecista moreno, que tocaba la punta de la luna:
el amor de Mayra, de Yamileth o el mío.
Íbamos al catecismo por las tardes
y contábamos a Dios nuestros pecados,
en ese tiempo mi hermana tenía novio
y yo era triste.
Después algunas de mis amigas
empezaron a fugarse por las noches
y fueron madres,
como jugando, como si nada.
Otras pasábamos a secundaria, las pequeñas, las pleitistas,
las recoge-quiebraplata: Sandra, Nubia, Xiomara,
y nos fuimos del pueblo.
Entonces todo quedó allá
en el silencio verde del gran cerro
y perdí el sueño del río.
Luego llegó Ahmed, Alejandro, los otros
y en secreto me hablaron de Sandino.
Pámiatnik
Esa estatua tristeza de metal.
Ese espacio entre manos y cielo
esos pájaros
que le cantan hasta dormirla.
Esos jóvenes que la insultan
con falsos poemas de amor
(colillas de cigarro a medianoche).
Es tan pura cuando cualquier
final de octubre
una luna de oro
alumbra el bronce.
Del buen tiempo
Bailábamos.
La noche temblaba en las hojas del patio
que abuela cuidaba con tan buena intención.
La canción de moda
se pegaba a los cuerpos,
y seguíamos palabra por palabra
la letra de la música.
Creo que todas te amábamos.
Yo tenía dieciséis años
y un vestido ajustado a la irreverencia de tus manos.
Dábame a tus pensamientos
de ingeniero graduado en la UCA,
de muchacho que ha pasado vacaciones
en otros países.
Te amaba a pesar de tu camisa
escandalosamente perfumada,
y de la burla en el fondo de tus ojos.
Si tan sólo me hubieras dicho:
“Bésame y sígueme,
ven, vamos al mar o a matar al vecino”,
hubiera sido tu cómplice en todo.
Pero te fuiste, en un ademán de cine
o de muchacho de Managua.
Recuerdo las cartitas y un corazón al final.
Hoy por culpa de una radio local
La misma canción me trae esas escenas.
Es curioso:
todavía tengo ganas de besarte.
* * *
Ahí duerme el amor de mi vida,
sin desnudarse;
tirado en el sofá de su oficina,
con sus ojos verdes cubiertos de estrellas,
las manos lejanas a un libro
de Lion Feuchtwanger.
Más allá tirada una revista que edita Globus.
Son las cuatro de la madrugada en Moscú,
afuera el verano juega con agosto y juntos
besan la aurora citadina.
En las estaciones del metro
los obreros limpian túneles
y escaleras eléctricas.
El tranvía de enfrente lanza una bocanada de neblina
al bello amanecer.
El amor de mi vida
duerme dulcemente arrullado
por la IBM 486 que dejó encendida.
Sábado
Esperando que las horas
pasen inútiles
hasta las seis.
Esperando que la tarde
juegue con la lluvia,
con el sol, con los amantes.
O la fiesta que espera la noche.
Yo esperándote
mientras
en el parque
los pájaros
se desgajan
como mangos.
* * *
Sí que me avergüenzo,
de todo lo que aún no hice,
cuanto me mimaron, cuanto hicieron-
Poemas que debí escribir a su debido tiempo.
Sí que me avergüenzo,
de estos días ociosos
hasta formar mis tantos años-
Con la familia que dejé hace tiempo.
Cartas que debí contestarte,
y sobre todo de haberte conocido
Porque sin ti
hubiera sido todo más llevadero.
Más ligera la tristeza crónica de que padezco.
más suaves mis malos pensamientos.
Y estos viajes
hubieran sido verdaderos,
porque un viajero
jamás debe volver
al punto comenzado.
Ángel marino
Es ámbar tu mirada
cristal, cortado cuarzo
cuando yaces en la arena
de algas arropado.
Arrojado del paraíso.
Endeble llanto y risas
anidan en tu cuerpo,
besado por la espuma,
agujereado de caracolas,
inerte
y vuelto al vacío.