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Poemas de Pita Amor

Yo soy mi propia casa

I

Casa redonda tenía
de redonda soledad:
el aire que la invadía
era redonda armonía
de irrespirable ansiedad.

Las mañanas eran noches,
las noches desvanecidas,
las penas muy bien logradas,
las dichas muy mal vividas.

Y de ese ambiente redondo,
redondo por negativo,
mi corazón salió herido
y mi conciencia turbada.
Un recuerdo mantenido:
redonda, redonda nada.

II

Escaleras sin peldaños
mis penas son para mí,
cadenas de desengaños,
tributos que al mundo dí.

Tienen diferente forma
y diferente matiz,
pero unidas por los años,
mis penas, o mis engaños,
como sucesión de daños,
son escaleras en mí.

III

De mi esférica idea de las cosas,
parten mis inquietudes y mis males,
pues geométricamente, pienso iguales
lo grande y lo pequeño, porque siendo,
son de igual importancia; que existiendo,
sus tamaños no tienen proporciones,
pues no se miden por sus dimensiones
y sólo cuentan, porque son totales,
aunque esféricamente desiguales.

IV

Me estoy volcando hacia fuera
y ahogándome estoy por dentro.
El mundo es sólo una esfera,
y es al mundo al que pidiera
totalidad, que no encuentro.

Totalidad que debiera
yo, en mí misma, realizar,
a fuerza de eliminar
tanta pasión lastimera;
de modo que se extinguiera
mi creciente vanidad
y de este modo pudiera
dar a mi alma saciedad.

V

De mi barroco cerebro,
el alma destila intacta;
en cambio mi cuerpo pacta
venganzas contra los dos.

Todo mi sér en pos
de un final que no realiza;
mas ya mi alma se desliza
y a los dos ya los libera,
presintiéndoles ribera
de total penetración

VI

Yo soy cóncava y convexa;
dos medios mundos a un tiempo:
el turbio que muestro afuera,
y el mío que llevo dentro.
Son mis dos curvas-mitades
tan auténticas en mí,
que a honduras y liviandades
toda mi esencia les dí.

Y en forma tal conviví
con negro y blanco extremosos,
que a un mismo tiempo aprendí
infierno y cielo tortuosos.

 

Adentro de mi vaga superficie

Adentro de mi vaga superficie
se revuelve un constante movimiento;
es el polvo que todo lo renueva,
destruyendo.

Adentro de la piel que me protege
y de la carne a la que estoy nutriendo,
hay una voz interna que me nombra;
Polvo tenso.

Sé bien que no he escogido la materia
de este cuerpo tenaz, pero indefenso,
arrastro una cadena de cenizas:
polvo eterno.

Tal como yo han pasado las edades,
soportando la lucha de lo interno,
el polvo va tomando sus entrañas
de alimento…

ЎHumanidad, del polvo experimento!

 

Por qué me desprendí

їPor qué me desprendí de la corriente
misteriosa y eterna en la que estaba
fundida, para ser siempre la esclava
de este cuerpo tenaz e independiente?

їPor qué me convertí en un ser viviente
que soporta una sangre que es de lava
y la angustiosa oscuridad excava
sabiendo que su audacia es impotente?

ЎCuántas veces pensando en mi materia
consideréme absurda y sin sentido,
farsa de soledad y de miseria,

ridícula criatura del olvido,
máscara sin valor de inútil feria
y eco que no proviene de sonido!

 

Viejas raíces empolvadas

Son mis viejas raíces empolvadas
la extraña clave de mi cautiverio;
atada estoy al polvo y su misterio,
llevo ajenas esencias ignoradas.

En mis poros están ya señaladas
las cicatrices de un eterno imperio;
el polvo en mí ha marcado su cauterio,
soy víctima de culpas olvidadas.

En polvorienta forma me presiento
y a las nuevas raíces sobresalto
he de legar, con mi angustioso aliento.

Mas conquistando el aire por asalto,
nada tengo que ver con lo que siento,
soy cómplice infeliz de algo más alto.

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Guadalupe Amor

(Pita Amor)

La undécima musa nació en la ciudad de México en 1920 y murio en el año 2000. Durante 1996 fue objeto de un homenaje por parte del INBA. Su poesía es muy cercana en su estilo a los clásicos españoles, su temática original y de gran profundidad. Fue en su juventud actriz, y, por su belleza, modelo de pintores y fotógrafos, pero encontró en la poesía su realización. Michael Karl Schuessler ha editado recientemente un trabajo biográfico acerca de ella: La Undécima Musa: Guadalupe Amor  (México: Diana 1995).

Yo soy mi propia casa

1946

I

Casa redonda tenía
de redonda soledad:
el aire que la invadía
era redonda armonía
de irrespirable ansiedad.

Las mañanas eran noches,
las noches desvanecidas,
las penas muy bien logradas,
las dichas muy mal vividas.

Y de ese ambiente redondo,
redondo por negativo,
mi corazón salió herido
y mi conciencia turbada.
Un recuerdo mantenido:
redonda, redonda nada.

II

Escaleras sin peldaños
mis penas son para mí,
cadenas de desengaños,
tributos que al mundo dí.

Tienen diferente forma
y diferente matiz,
pero unidas por los años,
mis penas, o mis engaños,
como sucesión de daños,
son escaleras en mí.

III

De mi esférica idea de las cosas,
parten mis inquietudes y mis males,
pues geométricamente, pienso iguales
lo grande y lo pequeño, porque siendo,
son de igual importancia; que existiendo,
sus tamaños no tienen proporciones,
pues no se miden por sus dimensiones
y sólo cuentan, porque son totales,
aunque esféricamente desiguales.

IV

Me estoy volcando hacia fuera
y ahogándome estoy por dentro.
El mundo es sólo una esfera,
y es al mundo al que pidiera
totalidad, que no encuentro.

Totalidad que debiera
yo, en mí misma, realizar,
a fuerza de eliminar
tanta pasión lastimera;
de modo que se extinguiera
mi creciente vanidad
y de este modo pudiera
dar a mi alma saciedad.

V

De mi barroco cerebro,
el alma destila intacta;
en cambio mi cuerpo pacta
venganzas contra los dos.

Todo mi sér en pos
de un final que no realiza;
mas ya mi alma se desliza
y a los dos ya los libera,
presintiéndoles ribera
de total penetración

VI

Yo soy cóncava y convexa;
dos medios mundos a un tiempo:
el turbio que muestro afuera,
y el mío que llevo dentro.
Son mis dos curvas-mitades
tan auténticas en mí,
que a honduras y liviandades
toda mi esencia les dí.

Y en forma tal conviví
con negro y blanco extremosos,
que a un mismo tiempo aprendí
infierno y cielo tortuosos.


Puerta obstinada

(1947)

I

Muerte y Vida, sois en mí
la misma inquietud doliente,
el mismo trayecto ardiente
que nace donde termina;
una fuerza que domina
en idénticas porciones.

Vida y Muerte, sois pasiones,
un solo círculo hacéis:
si distintas parecéis
engaño es de cercanía.

No hallo en vida lozanía
ni en muerte temo final,
que yo os uno por igual
y en línea curva os realizo,
hasta el instante preciso
que por haberos juntado
sois infinito saciado.

II

Caminaba yo de frente
y mi sombra iba detrás.
Yo pensé que la cubría,
pero mi sombra tenía
la facultad suficiente
de tornarme transparente,
y ocupando mi lugar,
ella se filtró indolente,
y yo, su sombra… fuí atrás.

III

Eliminando, sí… eliminando,
he de hallar, por mí misma, la verdad.
Probando todo, pero caminando,
al camino certero he de llegar

Mi victoria será nunca parar:
tomarlo todo sin anclar en nada,
y a fuerza de dejar, irme colmando.
¡Que la muerte me encuentre exterminada!

IV

La muerte me ha acompañado,
puesto que de ella nací.
Con muerte adentro crecí
y viviendo la he llevado.

En mi ser obsesionado
la muerte fue mi tortura,
porque nací en la amargura
y muriendo he caminado.

Muerte en vida yo he probado,
que se muere cada día:
lo que se cree lozanía
es ya trayecto pasado.

Sólo se dirá colmado
lo que por muerto es un hecho,
que es el camino deshecho
el único realizado

V

Por la noche alarga mi figuara.
No dudo que mi cuerpo quede intacto,
pero el alma volando hacia lo abstracto,
logra tocar inexistente altura.

Mientras mi carne aguarda sepultura,
mi espíritu conoce ya lo exacto,
tanto ha llegado a refinar el tacto,
que ha visto claridad en la negrura.

Infeliz es mi cuerpo por humano:
esperando gusanos ya es gusano.
Mi alma es el conflicto de lo enorme:

¡tan renegada, pero tan conforme!
Cuando la carne ya se está pudriendo,
mi espíritu asombroso va ascendiendo.

VI

¿Qué haría yo sin mis penas?
Pienso que dejar de ser,
las tengo desde el nacer:
ya más que malas son buenas.

VII

Muerte, si tu me enamoras,
deja que la vida entre.
No seas celosa, mi frente
ya es del dominio en que moras.

VIII

Mi cuarto es de cuatro metros.
Mide mi cuerpo uno y medio.
La caja que se me espera
será la suma del tedio.


Círculo de angustia

(1948)

I

Una obscura sombra alada
al nacer, nació conmigo;
era un fantasma enemigo
que al misterio me ligaba.
Tanto a mi alma atormentaba
que la llevó a la locura.
Vi el infierno y su tortura
toqué el fondo del abismo,
mas conocí el espejismo
de gozarme en la amargura.

II

A tientas ando el camino,
y por ello me acongojo,
pues a lo oscuro me arrojo
sin encontrar mi destino.
Y del negro torbellino
el turbio enigma no entiendo,
¿es que ciega estohy viviendo?
¿o es que la luz no ha existido?
Será mejor que el olvido
me enseñe a vivir no viendo.

III

De la negrura más honda
ya mi alma se está formando.
La luz se va proyectando
en la tiniebla que ronda.
Oscuridad tan redonda
ha de llegar a moverse.
Las sombras al extenderse
fulgor transparentarán,
y con su gris humo harán
mi noche desvanecerse.

IV

Noche sin despertar en que me hundiera
un tenebroso sueño que, obstinado,
a mi triste dormir ha sentenciado
humeante gris que terminar espera.

Sin calor ni matiz, mi pobre esfera
a la esfera del mundo ha contemplado;
su eterna pequeñez ha equilibrado
al presentir la inmensidad de afuera.

Padece mi alma en rodondez terrible:
tiene lo suyo y además, lo adverso.
Lo mínimo a lo grande hace accesible.

En resignada claridad inmerso,
mi espíritu reunió lo incompatible:
Mi nada… y el total del universo.

V

Mi sangre me pide venas
para poder esparcirse,
que ya merece sentirse
libre de tantas cadenas.
Y es porque en ella mis penas
su origen han encontrado;
por eso la han desbordado,
y el cuerpo ya no retiene
el torrente que contiene
dolor con sangre mezclado.

VI

Mi sangre es lo que me quema;
vidas ha la llevo adentro;
en mí coaguló su centro:
yo soy su sangriento tema.
Es en mí su fuerza extrema;
antes de nacer, me hizo;
y nací bajo su hechizo;
viviendo me he desangrado…
Todo en el mundo he probado,
y mi sangre me deshizo.

VII

La inquietud no me rodea;
adentro de mí la llevo;
cad instante la renuevo
y es mi sangre quien la crea.
Mas aunque mi esencia sea,
ella es mi peor enemiga:
es la lumbre que me obliga
a estar alerta durmiendo,
y, muerta, a seguir viviendo
dolor que nada mitiga.

VIII

Mi sangre entraña misterio:
de eternidad fué formada,
y aunque hoy esté aprisionada
en venas de cautiverio,
eterno será su imperio,
pues la inquietud no termina.
La sangre siempre domina,
que antes de estar en mi sér,
ya fuego debió de ser
esta sangre que me anima.

IX

Yo nací al nivel del suelo,
pero me estaba elevando.
Mi sér se fué sublimando
y quiso inventar el cielo.
Mas tuve angustioso duelo
cuando supe que, subiendo,
al paso que iba ascendiendo,
un triste hueco dejaba,
y un presagio amenazaba:
¡no subo… me estoy hundiendo!

X

Mi cuerpo, andando el camino,
muy poco lugar recorre.
En cambio mi alma no corre
y traspasa su destino.
Proceden los dos sin tino:
el uno vuela, y no llega;
inmóvil la otra navega
por regiones que no existen;
más en su esencia persisten,
y al universo se entrega.

XI

En la cúspide más alta
o en el abismo profundo,
en cualquier plano del mundo,
la paz en mi mente falta.
Y es que mi esencia se exalta
a cada golpe de vida:
tiene un ansia desmedida,
quiere encontrar saciedad;
mas duda que sea verdad
esa paz preconcebida.

XII

Toda la inquietud del mundo
vino a juntarse en mi ser,
y así comenzó a crecer
este abismo en que me hundo.
Por eso tal vez confundo
toda luz con la negrura;
y una obsesión me tortura,
teniéndome aprisionada,
¿he nacido para nada,
o para alcanzar altura?

XIII

En mí siempre el mismo tema:
el de la angustia redonda,
y es que mi razón ahonda
el centro de mi sistema.
Vivo un eterno problema:
a mi ser lo veo perdido,
¿con qué fin habrá nacido,
si tan sólo es una sombra
a la que el vivir asombra
sin encontrarle sentido?

XIV

¿Quién del volcán conoce la tortura?
Sola yo que, volcando mi amargura,
soy el símbolo humano del volcán.

En impetuoso ardor vuela mi afán
y mi lava se esparce por la tierra;
quema los montes, por los campos yerra,
se acerca al mar, petrifica ríos,
y no logran sus trágicos desvíos
arrancar las raíces del volcán.

Por el contrario, en su interior están
eternamente renovando llamas,
que se retuercen cual ardientes ramas,
multiplicando el laberinto inmenso,
sin hallar un lugar bastante extenso,
donde el fuego, volcado y contenido,
quede por un instante adormecido.

¿Quién del volcán conoce la tortura?
Sola yo que soy él y su amargura.

XV

Estos pies que, por tanto caminar,
se han herido sin dar con el sendero,
y estas manos cansadas de implorar
al cielo que les muestre lo certero,
y mis ojos que, secos de llorar,
no han hallado el camino verdadero,
se reúnen un día a conversar

y los sangrientos pies hablan primero:

–Venimos fatigados, de muy lejos,
ya todos los caminos recorrimos;
de la verdad no hallamos ni reflejos;
sólo heridas y lodo recogimos;
estamos extenuados y deshechos.

Y las manos alegan sus derechos:

–Qué diremos nosotras que, ambiciosas,
creímos alcanzar el cielo orando,
y después, más paganas que piadosas,
a la sombra nos fuimos entregando…?
¡Mas solo retuvimos amargura!

Y los ojos expresan su tortura:

–Del mirar conocemos el martirio
en la luz y en la sombra hemos cegado,
y, cerrados o abiertos, el delirio
de ver lo que no existe hemos pasado.
¡Sólo somos pupilas de tormento!

Circulo de la nada

I

Yo nacн al nivel del suelo,
pero me estaba elevando.
Mi ser se fue sublimando
y quiso aferrarse al cielo.
Mas tuve angustioso duelo
cuando supe que, subiendo,
al paso que iba ascendiendo,
un triste hueco dejaba,
y una visiуn se forjaba:
no subo… Ўme estoy hundiendo!

II

Mi cuerpo, andando el camino,
muy poco lugar recorre.
En cambio, mi alma no corre
y traspasa su destino.
Proceden los dos sin tino;
el uno vuela, y no llega;
inmуvil la otra navega
por regiones que no existen;
mas en su mente persisten,
y al universo se entrega.

III

Es la cъspide mбs alta
o en el abismo profundo,
en cualquier plano del mundo,
la paz en mi mente falta.
Y es que mi esencia se exalta
a cada golpe de vida:
tiene un ansia desmedida,
quiere encontrar saciedad;
mas duda que sea verdad
esa paz preconcebida.

IV

Toda la inquietud del mundo
vino a juntarse en mi ser,
y asн comenzу a crecer
este abismo en que hundo.
Por eso tal vez confundo
toda luz con la negrura;
y una obsesiуn me tortura,
teniйndome aprisionada,
їhe nacido para nada,
o para alcanzar la altura?

V

En mн siempre el mismo tema:
el de la angustia redonda,
y es que mi razуn ahonda
el centro de mi sistema.
Vivo un eterno problema:
a mi ser lo veo perdido,
їcon quй fin habrб nacido,
si tan sуlo es una sombra
a la que el vivir asombra
sin encontrarle sentido?