Mariana Sansón Argüello: “Un reencuentro interior con el cosmos”
por Gloria Elena Espinosa de Tercero
Verdadero personaje dentro de la vida cultural de León y Nicaragua en el siglo veinte y paradigma del amor hacia sus ancestros. Amiga creativa y chispeante, conversadora insigne, pintora, promotora de cultura, diseñadora y, sobre todo, poetisa.
Mientras conversamos, en su casa de corredores estilo colonial, se oye el repicar continuo del teléfono, las pisadas de su perro salchicha que suena sus uñas por el piso resbaladizo, el cucú de las palomas blancas; veo a las pequeñas ardillas haciendo maromas burlando la gravedad y escucho un concierto de viejos pericos y loras pidiendo con insistencia su cena porque atardece en nuestra polvorienta ciudad.
Por todas partes hay libros, recuerdos, cuadros, imágenes, antigüedades, bastidores preparados y algunas de sus creaciones pictóricas. Estamos sentadas frente a la apretada vegetación del patio central y de vez en cuando escuchamos, a media distancia, la intervención acertada y académica de su marido, el doctor Edgardo Buitrago, afirmando que cada lectura de la poesía de su amada lo sorprende, provocándole nuevos juicios.
Mariana comienza sus recuerdos con el amor idílico de sus abuelos, a quienes envuelve en un aire de misterio y cuya relación profunda le provoca escribir “Ellos murieron de amor”. Me cuenta que su padre Joaquín Sansón Balladares, estudiado en Europa y agente viajero, transformó la rutina en belleza literaria, en lo que solía llamar “Crónicas de Viaje”. Señala que su madre, doña Evangelina Argüello fue definitiva en su formación porque le fomentó su creatividad, le dio a leer los autores franceses y alas para volar muy lejos. Desde ese momento, la lectura se convirtió en un vicio para ella, pero curiosamente no leía poesía, no le gustaba. Aún hoy, sigue sin leerla.
Afirma que hay cinco elementos bien definidos en el quehacer de su poesía: don de Dios, genética, lectura, intuición y evolución. Y su rostro se ensombrece cuando le pregunto sobre la motivación que la llevó a escribir. Me relata la pérdida de su cuarto hijo de su primer matrimonio desafortunado. Brota entonces, la poesía como hija. Y el parto literario fue un poema autobiográfico tremendo y definitivo: “(…) si supieras por fin que ya soy otra / que ya no soy la misma de aquel tiempo / que ya el alma por fin la siento rota / que yo ya no soy yo, ¡cuánto lo siento!”.
El inicio de Mariana, pareciera de poesía convencional; no obstante, casi la totalidad de su poesía es libre en su forma y en contenido, es difícil de clasificar; podríamos decir que es “marianatura” (arte o producto de Mariana). Da significados concebidos por ella; las palabras adquieren un valor semántico especial que adapta a su propio contexto, dictado por su voz interior. Llega a concebir una “privativa” visión de algo como en un mundo superpuesto. Un mundo donde las cosas, los seres y la misma palabra están a su orden; clasificándolo con un nuevo sentido. Es como si mirara las imágenes a través de un cristal cortado; un mundo creado con nuevos nombres. Los significados de este mundo se truecan en su mundo mental. Entonces, las palabras quedan con un valor exacto, de significación en sí, crípticas en muchos de los casos.
Se podría decir que nos invita a entrar en el misterio del subconsciente-consciente y a seguirla, cerrando los ojos. Ir hacia su mundo, distanciándonos de lo conocido, produciendo metáforas de las metáforas, acercándonos a la no realidad, a la no organización lógica del universo, porque ella misma dice: «(…) En los libros no están / las letras que yo escribo».
A diferencia de María Teresa Sánchez, quien en la búsqueda de sí misma y de su expresión propia, de su propia poesía, va necesariamente de la mano de sus amigos poetas de la Vanguardia, como lo señala el doctor Ycaza Tigerino1; en Mariana, contemporánea de María Teresa, ocurre un fenómeno distinto, cierra los ojos a otra poesía.
El doctor Mariano Fiallos Gil expresa que Mariana escribe una poesía inquietante y enigmática, con unos aciertos que deslumbran y desasosiegan. Cada poema de Mariana es como para una meditación silenciosa, pero también como lo señala el doctor Julio Ycaza Tigerino, sus poemas son más para ser leídos que para ser escuchados, porque exigen hasta cierto punto el eco de la propia voz interior, porque son poemas hacia adentro y no hacia fuera, están llenos de intuiciones esenciales más que de realidades existenciales, de cosas para ser pensadas y no para ser dichas en alta voz.
Creo que Mariana rompió el orden en la poesía, se reveló desde el principio o quizás, desde antes de su principio, en su actitud de mirar desde afuera hacia dentro, al cosmos dentro de sí misma. Realmente, posee una genial libertad metafórica y crea profusamente imágenes, todo su ser ausculta el mundo circundante y el imaginario; capta lo que el profano no ve ni oye ni siente; ella lo vive, se mete dentro de “eso”.
Y aunque también aparecen en su producción seres que proporcionan muerte, puede percibirse en cada uno de sus poemas una gran ternura, una gran delicadeza, una gran profundidad del ser y su trascendencia a lo inmortal. Es como si se desprendiera su alma y viera fuera del cuerpo y desarrollara una filosofía del mundo con espontánea inconsciencia.
Si Neruda dijo: «El poeta debe ser, parcialmente, el cronista de su época», yo diría que Mariana es cronista de varios tiempos y en varios tiempos. Por eso no puede decirse que pertenece a una generación determinada, sino que sobrepasa a toda cronología; y va y viene del pasado al futuro en un constante presente.
La producción poética de Mariana es cuantiosa, tiene la poesía a flor de labios; casi cinco mil poemas breves han brotado de un sólo tirón, sin ajustarse a patrones preceptivos. Surgen personajes, animales, formas, Dios, el tiempo y la raíz indígena. Salen así, naturales, sin afectación, sin el apunte académico que los convertiría quizás en falsos o fríos, así como son, vírgenes, como la india que hizo suya el conquistador. Su poesía es de estructura libre, tiene musicalidad interior, es original, lejana de influencias, única; trasciende la realidad, es de sentido quizás metafísico o cósmico. Es una poesía del subconsciente y de la imaginación, “con un estilo de mensajes cifrados y en figuración nueva de la realidad”.
Su poesía, es además, vivencial, misteriosa, hermética, intimista, lúdica. Utiliza mucho las trasposiciones de tiempo; da movimiento a las cosas, personas y las cosas hablan, piensan, actúan en distintos tiempos; crea seres, es irreverente con Dios, con los ángeles, con el demonio, con los muertos; sin dejar por eso su fe católica; vaga por mundos cósmicos y mentales, pero dentro tiene siempre un cordón umbilical que no se rompe y hace sobrevivir la raza indígena.
Mariana, en su “Zoo-poético” crea ficción en concomitancia con su grafismo mágico, pinturas que reflejan lo que ha expresado en palabras. Algo increíble, fresco, natural, impensado. El doctor Jorge Eduardo Arellano dice que es completamente original en relación a los zoo-poéticos elaborados por otros poetas, como el de Jorge Luis Borges, que se refieren a animales míticos, extraídos de las diversas mitologías universales; ya que los animales del Zoo-poético de Mariana son completamente inventados por ella y transmiten de por sí un mensaje; es como un mundo mitológico propio y exclusivo de su imaginación.
Don Pablo Antonio Cuadra indica que pocos poetas tienen en su haber una serie tan numerosa de seres creados con imaginación y palabras, y sostiene que Mariana baja al mundo de la hoja de papel seguida por esa procesión de cosas animadas, seres extraterrestres o intracerebrales que con un poco de cuidado los vemos transformarse en metáforas o pequeños mitos que expresan o explican una situación humana.
Mariana ha hecho una poesía para pensar, siempre. Los hombres del futuro la leerán, e indudablemente seguirán encontrando enigmas que avivarán su mente. Cuando el hombre cruce las soledades siderales, durante años interminables. Las horas y sus voces llenará su tiempo, y el zoo-poético, divertirá el hastío.