Мемориальная статья о Лусиле Веласкес (отрывки из книги на испанском языке)

Мемориальная статья о Лусиле Веласкес (отрывки из книги на испанском языке)

Оригинал материала

Falleció sin dar tiempo nuestra amiga Lucila Velásquez, una de las poetas más importantes de la historia literaria de Venezuela. Nos enteramos 8 días después.

Lucila Velásquez (San Fernando de Apure, 1928 – Caracas, Venezuela, 28 de septiembre de 2009) fue una poeta, periodista, crítico de arte y diplomático de profesión.
Estuvo vinculada a la generación literaria de 1948, conocida como “Contrapunto”. Fue la autora (laureada por concurso) de la letra del Himno de la Universidad de Oriente (UDO).

Entre sus libros:

• Color de tu Recuerdo, (1949)
• Amada Tierra (Premio Municipal de Poesía (1951)
• Los Cantos Vivos (1955)
• Poesía resiste (1955)
• En un Pequeño Cielo (1960)
• Selección Poética Nº 90 (1962)
• A la Altura del Aroma (1963)
• Tarde o Temprano (Accésit al Premio Nacional de Literatura) (1964)

Fue finalista del Premio Hispanoamericano de Poesía “León de Greiff”, 1966, Bogotá, Colombia con la obra Indagación del Día (1969); Claros Enigmas (1972), Acantilada en el Tiempo (1982); Mateo Manaure, Arte y Conciencia (1989). A la par de este último texto, coincidiendo con Allen Ginsberg en USA, aparece El Árbol de Chernobyl, su obra más significativa, de ella se origina la unidad poética científica sucesiva: Algo que transparece (1991); La Rosa Cuántica (1992), El tiempo Irreversible (1995); La singularidad Endecasílaba (1995); La Próxima Textura (1997) y Se Hace la Luz, poesía, (1999).

“LA METAFORA DE LUCILA VELAZQUEZ”
A la luz de la cienciapoesía Efthimia Pandis Pavlakis indaga en la poesía
de Lucila Velásquez hasta desmontar el mito que proclama “la falta de relación entre el territorio humanístico y el territorio científico”, inscribiéndola en el grupo
de escritores que siguen la corriente literaria, inspirada por el investigador Rafael Catalá, cienciapoesía: “una visión de la realidad en que las ciencias y las humanidades toman parte activa en el quehacer poético, de lo cual un paradigma es por tanto el producto de una praxis sobre lo que se reflexiona”

La incansable búsqueda de la belleza (real e imaginaria) es tarea primordial e instintiva en la poesía de Lucila Velásquez: “La belleza es una responsabilidad antes que un bien” afirma Marianne Moore -en su poema “Roses only”, citado por McMullen en su libro Arte, prosperidad y alienación-, y la poética de Lucila Velásquez tiene la responsabilidad del concepto de la belleza y lo ha asumido como un bien de la expresión. A propósito Jim Alstrum ha señalado: “Leí con sumo interés y placer la poesía de Lucila Velásquez y su evocación novedosa en relación con las ciencias de este arquetipo de la belleza lírica”.

La “belleza lírica” de Velásquez constituye un nuevo lenguaje, que le permite situarse dentro del marco de la poesía posmoderna y considerarse cantora del Cosmos, que es su metáfora internalizada en complejidad espaciotemporal. Porque Velásquez, como ella misma confiesa, siente “el Cosmos como noción de posibilidades infinitas de la nada y el todo transcritas, en cualquier acto de adivinación, a lo real o lo imaginario que alcanza la idealización de la Cosmovisión en la unidad de sujeto y objeto” (comunicación personal, 28 de julio de 1996). El físico y poeta catalán, David Jou, aclara que Lucila Velásquez, como ningún otro en la bibliografía hispanoamericana, logra recrear la materia cósmica. En efecto toda la obra de la poeta desde El árbol de Chernobyl hasta La singularidad endecasílaba, responde a una intencionalidad puntual del abordamiento cósmico. Frecuentemente el pensamiento de la poeta juega entre la naturaleza y el acontecer temporal y logra insertarse en la estructura de la naturaleza. De esta metamorfosis de la palabra emerge un hecho poético imbuido de la consistencia terrenal capaz de elevar al ser humano a potencia de la dimensión infinita.

Si la obra lírica de Velásquez deviene en elementos de una naturaleza de vocabulario poético contemporáneo concurrente a un diálogo intertextual, de significado ontológico, de ciencia y poesía, puede decirse en este caso, con la palabra del historiador y filósofo Roy McMullen, que “la poesía tuvo que cambiar para decir nuevas cosas en una era moderna”. Para Velásquez el acercamiento de la poesía a la ciencia debe ser apreciado como un hito que desmonta el mito de la falta de relación entre el territorio humanístico y el territorio científico.

Profundizando aun más en su reflexión sobre el enfrentamiento poético, McMullen sentenció aquella frase lapidaria: “La ciencia puede por cierto ser antipoética, pero nadie la utilizó hasta ahora lo bastante en la poesía moderna para probar de modo cabal esta suposición”, con lo cual él mismo estaba admitiendo que habría de ser demostrado en hechos poéticos por conocer la inexactitud de tal supuesto. A propósito, a más de treinta años de la frase de McMullen, hoy figura entre los enunciados temáticos del Instituto Internacional de Ciencias y Humanidades Ometeca, de New Jersey, la corriente literaria de cienciapoesía, concepto poético creado por el poeta e investigador Rafael Catalá y en cuyo círculo activo se agrupan poetas de Europa y América, entre ellos Lucila Velásquez.

En la introducción a su ensayo sobre la cienciapoesía, Catalá expresa su tesis de la coexistencia y la interexistencia de las disciplinas: una visión de la realidad en la que las ciencias y las humanidades toman parte activa en el quehacer poético, de lo cual un paradigma es por lo tanto el producto de una praxis sobre lo que se reflexiona.

Eduardo Forastieri Braschi traza el esquema de la teoría física, la filosofía del lenguaje y la cienciapoesía: la poesía también se expresa en las más intrincadas ecuaciones de la teoría física y de los algoritmos de la lingüística; algoritmo y ecuaciones también expresan un margen de esperanzas que viene del futuro, viene a contracorriente…

Podríamos observar a tal respecto que poetas y científicos, como exploradores de “la belleza real”, interactúan con los mismos alcances de medida de la institución y la inspiración. En La nueva mente del emperador Roger Penrose ha dejado establecido que su experiencia de físico y matemático le lleva a afirmar que “los criterios estéticos son enormemente valiosos para formar nuestros juicios. Una idea bella tiene mucho mayor probabilidad de ser correcta”. Otra ocasión de la revelación de la estética en la ciencia se registra en la experiencia de S. Chandrasekhar en Truth and Beauty: Aesthetics and Motivations in Science (1987). Penrose, comentando este estudio, cita además “el agudo sentido de la belleza en Dirac, capaz de hacerle descubrir su ecuación para el electrón -la ‘ecuación de Dirac’…”. Lucila Velásquez, en su ensayo “Aproximaciones al concepto de belleza de lo real”, en el que trata el concepto de la belleza real en la ciencia y la poesía, deja establecida su afinidad lírica con la estética de la ciencia postulada por estos creadores de la realidad científica.

En su máximo intento de expresión, el vocabulario poético de Lucila Velásquez que emerge del campo de la ciencia ofrece a la escritura literaria una posibilidad de humanizar el estado y el sentido de abstracción de lo real, haciendo posible lo que el filósofo de la ciencia Christopher Ray sustenta en su libro Time, Space and Philosophy: “sin modelos ni metáforas las teorías y teorizaciones serían severamente empobrecidas. A través de esta metáfora Lucila Velásquez presenta la desintegración de la materia en El árbol de Chernobyl, la unidad creadora y natural del átomo en Algo que transparece, el pensamiento de la transfinitud en La rosa cuántica, la complejidad espaciotemporal en El tiempo irreversible, la identidad de la omnisciencia en La singularidad endecasílaba, y nos entrega un universo de revelación inspirado por un ambiente cósmico. La cualidad de la metáfora de Velásquez ostenta en tal sentido esa alta calidad poética que los críticos le reconocen a propósito de su lírica (Martín Taylor, Severo Sarduy, William Siemens, Julio Ortega).

Por último, es oportuno mencionar la relación de esta obra de Velásquez con la filosofía de la ciencia y la filosofía de la poesía. En este contexto la obra de Lucila Velásquez muestra solidez de pensamiento y una originalidad lingüística que evoluciona constantemente en su medición semántica. Su devenir filosófico viene de los presocráticos, recorriendo el antiguo camino de Heráclito y Anaxágoras hasta Aristóteles, y el posmoderno de hoy de Einstein, Hawking y Prigogine y Stengers. Se nota toda una suma poética del conocimiento lógico y científico reordenado en las piezas de la metáfora con sentido de oficio y de estilo propio. Localizada puntualmente en esta presencia de lenguaje, la obra de Lucila Velásquez pertenece a la posmodernidad. Thomas Weissert, en su estudio “Representation and Bifurcation: Borges’s Garden of Chaos Dynamics”, comentando la tesis de Michel Serres según la cual “la gran literatura frecuentemente descubre verdades científicas mucho más lejos y a veces antes que los científicos las formulen”, conceptualiza respecto de la compleja dinámica de la cultura como sistema de fluidez en el cual cada una de las disciplinas es corriente de comunicación, y en tal orden de ideas sostiene que ninguna disciplina puede permanecer aislada; de ahí que una idea o estructura puede emerger en literatura antes que haga su tránsito dentro del formalismo científico, o también sucede el caso de que una teoría científica influencie el trabajo de una literatura.

En consecuencia, cabe insertar en este razonamiento precedente la obra poética de Lucila Velásquez.

(Fragmento del libro La metáfora de Lucila Velázquez 2000, de Efthimia Pandis Pavlakis. Fondo Editorial Fundarte